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CULTURA

Recuerdos marroquíes del moro vizcaíno, con traducción de Mohamed Messari

 |  26/12/2013
Recuerdos marroquíes del moro vizcaíno, con traducción de Mohamed Messari Safia Abahaj - Tánger

Los lectores arabófonos tanto en Marruecos, como en otros países árabes, podrán acceder y gozar de la obra del célebre viajero José María de Murga, (1827-1876): 'Recuerdos Marroquíes de Moro Vizcaino' , más conocido en Marruecos como el Hach Mohammada Al Baghdadi. Está traducido al árabe por Mohamed El Messari, editado por la Editorial Litograf de Tánger, gracias al apoyo del Ministerio de Cultura de España

Este es un libro de viajes de indudable originalidad y escrito por un personaje bastante insólito en un momento histórico un tanto peculiar tanto para España como para Marruecos.

El viaje a Marruecos y por consiguiente el libro en sí, surge de una experiencia personal de José María de Murga, un comandante y aristócrata vasco que combatía en las filas del contingente francés aliado de los turcos en su lucha contra los rusos en la guerra de Crimea conoce a unos combatientes marroquíes que luchaban en su mismo bando. Al parecer, y según atestigua algún que otro familiar suyo, ellos son los que le incita a realizar su viaje.

En cuanto regresa a España en 1861, deja el ejército y prepara su viaje. En primer lugar se traslada a París para aprender el árabe y a Londres para recabar información sobre el mundo islámico y concretamente sobre el imperio jerifiano que se ubica al otro lado del Estrecho. Antes de emprender su deseado viaje pasa una temporada en Madrid estudiando medicina y donde obtiene un diploma que le permite acometer operaciones quirúrgicas sencillas.

En 2 de enero de 1863 desembarca en Tánger, donde consagra un tiempo a aclimatarse al estilo de vida marroquí y después se instala en Larache donde ejerce de médico. En agosto del mismo año, emprende seriamente su viaje por el interior marroquí.

Para ello, renunciará a su vestimenta europea, se ataviará a la usanza marroquí y se convertirá en vendedor ambulante de bisutería barata. Comprará, para ello, un burro sarnoso que le servirá de acompañante de fatigas y para acarrear su exigua mercancía. En su largo periplo por Mequínez, Fez, Rabat, Casablanca, Essaouira y Marraquech se hará pasar por renegado y adoptará el seudónimo de el Hady Mohamed Al Baghdadi.

Es un viaje que le llevará al Marruecos profundo, sufrirá de perentorias penurias que le llevarán a viles oficios como ejercer mendicidad o brujería.
Al recibir la noticia del fallecimiento de su madre vuelve a su país y en la torre que posee su familia en el pueblo de Marquina se dedicará a escribir este libro.

Esta no es una obra que se dedique a apuntar el día a día de sus aventuras por Marruecos, como se podría sugerir el título, sino una lograda simbiosis entre lo oído, lo observado, lo vivido y lo reflexionado durante ese primer viaje. Del segundo, que duró tres meses, apenas se sabe nada, pues volvió a Bilbao agobiado por las enfermedades.

En el libro dedica una sustancial parte a los renegados, grupo humano del que él formó parte durante su estancia en Mequínez y en Fez.

También hará una descripción de la batalla de Ued El Majazin como evocación a su visita al lugar mismo donde tuvo lugar el enfrentamiento entre marroquíes y portugueses. Tratará de hacer una comparación casi esquemática entre el español y el marroquí en la que abordará aspectos culturales que diferencian las dos identidades.

En el título siguiente abordará la dinastías o dinastías gobernantes en Marruecos, y por alguna razón no diferencia entre los saaditas y los alauitas .

La parte más extensa de la obra se dedicará un capítulo a cada una de las razas que pueblan el país. Los moros (calificativo que da los marroquíes descendientes de los moriscos), los árabes, los bereberes, los negros y los judíos.

El libro concluye con tres breves textos que se adjuntaron a las ediciones que se realizaron después de la muerte prematura y súbita del autor en Cádiz en 1876 cuando se preparaba para emprender su tercer viaje.

El libro deja entrever el estado de ánimo del autor durante la redacción de sus recuerdos. Por suerte, Murga gozaba un espíritu jovial y poderosamente irónico. Lo que hace de su lectura un ejercicio apetecible, aunque no lo sea tanto para este traductor porque los rasgos o peculiaridades del humor de un pueblo muchas veces son un patrimonio intransferible.

Estos párrafos reflejan en gran medida el contenido de esta obra:

" Cansado y aburrido de recorrer países en los que, exceptuando el lenguaje, no encontraba sino una desesperante monotonía, quise dar mas variedad a mis ojos y nuevas sensaciones a mi alma. (...)

Mis esperanzas no han sido defraudadas. He visto todo lo que deseaba y algo mas: he podido estudiar á un pueblo que, aunque hoy bien diferente de los de Europa, tiene encarnadas las ideas, las preocupaciones y hasta muchas de las costumbres que estos tuvieron al principio de la Edad Media y aún bastante después.

Entre los árabes he pasado algunos de los buenos días de mi vida. Si, por desgracia, las vicisitudes políticas ó los reveses de fortuna me obligasen á buscar un asilo fuera de mi patria, entre ellos se me había de encontrar. Y nada me costaría el adoptar su género de vida, que me es bien conocido; puesto que hoy, con medios de fortuna que me permiten vivir en medio de las comodidades que trae consigo la civilización, muy á menudo la tristeza se apodera de mi alma y echo de menos los campos silenciosos de Berbería y la estera hospitalaria del aduar. (...)
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