Safia Abahaj
A medida que las calles se llenan de gente después del Iftar, las cafeterías se llenan de un ambiente cálido y familiar. En las cafeterías de la Terraza del Boulevard, marroquíes y extranjeros por igual se reúnen alrededor de pequeñas mesas de madera y comienzan a tomar lentamente su harira. Alicia una mujer española de unos cuarenta años, se sienta, murmurando bromas y tomando café con su marido marroquí. Cuando le preguntamos acerca del mes de Ramadán en Marruecos, sus ojos brillan con un entusiasmo infantil.
“Creo que es algo difícil no fumar durante las horas de ayuno”, dijo mientras encendía un cigarrillo, “pero no es gran cosa, me acostumbré a ayunar durante mis vacaciones en Marruecos durante el mes de Ramadán, como muestra de respeto a mi esposo y a su familia”. “Además adoro la harira y todos los dulces que se comen durante este mes sagrado”. Su marido, empresario marroquí, afirma “nunca he obligado a mi mujer a ayunar, si lo hace es por su propia voluntad y como bien dijo por respeto a mi familia y a nuestro entorno”.
La cafetería está llena de clientes disfrutando de su comida de Iftar. Esta comida de desayuno tradicional de estas fechas, se compone por Chebakiya (dulces marroquíes), harira, tortitas, huevos, dátiles, leche y zumos. Mientras los clientes siguen disfrutando del momento del iftar, dos hombres estadounidenses estaban esperando ansiosamente una pizza de cuatro queso que de inmediato destacó por ser diferente a la comida que el resto de los clientes tenían en sus mesas. Los dos hombres afirman “es la primera vez que visitamos Marruecos, aunque pensamos que no ha sido el momento idóneo para visitar el país, nos cuesta mucho encontrar cafeterías o restaurantes abiertos durante el día para comer bien”. De repente, llegó su ansiada pizza y los dos hombres se centraron con su comida.
Aunque, el Ramadán puede incomodar a algunos visitantes, muchos viajeros disfrutan de los cambios que se trae consigo este mes en Marruecos. Helena, una joven que estudia darija (dialecto marroquí) en el Instituto Cervantes de Tánger, disfruta de los aspectos singulares de la vida marroquí durante el mes sagrado. Ella ha estado viviendo con una familia tangerina durante dos años. Ella afirma estar en un ambiente perfecto durante el mes de Ramadán: “Paso mi día con total normalidad”. “No ayuno, pero confieso que me gustan las tradiciones del mes de Ramadán, en especial el ambiente del Iftar” agregó la joven. “Es normal que los restaurantes estén cerrados, durante el día ciertamente me he acostumbrado a este ambiente y pienso que los extranjeros que lleguen a Marruecos durante estas fechas deben adaptarse así como respetar las costumbres y tradiciones del país”.
No muy lejos, en la cafetería París, conocimos a Pablo, valenciano de 35 años, supervisor en un centro de llamadas en Tánger. Se veía por su expresión facial que el hombre estaba agitado. Afirma que al principio le resultaba difícil acostumbrarse al mes de Ramadán: “Llevo trabajando en Tánger desde hace 3 años”. “En mi primer año aquí, me costó adaptarme a la vida marroquí durante el mes de Ramadán” agregó el joven valenciano. “Lo que más me chocaba era el cambio de actitud que tenían los marroquíes durante todo el mes, casi todos están enfadados, con muy mal humor, los taxistas van a una velocidad frenética, aumentan las peleas en las calles, se siente mayor presión en el ambiente”, añade Pablo.
Cierto es que es muy raro ver a los extranjeros comer ni fumar durante todo el día en público. Al fin y al cabo la gran mayoría de los extranjeros tanto los que llegan de visita como los que ya llevan un tiempo viviendo en Marruecos tratan de adaptarse al nuevo ritmo de vida de la población marroquí, saben que están en un país musulmán donde nos les queda otra opción que aceptar la realidad tal y como es.